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¿Qué es la tristeza?

La tristeza es una de nuestras emociones básicas. Al igual que la alegría, la sorpresa, el enfado, el asco o el miedo, podríamos decir que forma parte del “paquete básico” emocional que necesitamos para nuestro desarrollo y supervivencia.

La tristeza nos da una información muy específica, nos cuenta que hemos perdido algo importante. Nos habla de pérdidas evidentes como la muerte de un ser querido, una relación o un trabajo, pero también nos entristecemos cuando nos decepcionamos con nosotros (o los demás) o cuando “tiramos la toalla” ante una situación en la que nos sentimos impotentes. 

En general, no es una emoción que nos guste sentir. Si es tu caso y quieres aprender a gestionarla primero necesitas saber qué es la tristeza, así es que vamos a ello.

por que estoy triste

La tristeza, ¿qué es? Síntomas de la tristeza

La mejor forma de saber si tu estado emocional está relacionado con la tristeza es prestando atención a tu cuerpo. Todas nuestras emociones tienen una repercusión física y la más evidente en el caso de la tristeza es la ausencia de energía.

Otros síntomas habituales son la disminución del interés en las actividades cotidianas, el placer o la diversión y la atención excesiva en la pérdida.

Si quieres aprender a gestionar esta emoción que nos hace sentir tan vulnerables veamos primero qué es lo que representa, es decir, qué significa la tristeza.

¿Qué significa tristeza?

Frente a la pregunta qué significa la tristeza, podríamos decir que la tristeza o dolor emocional es la respuesta física, mental y neurofisiológica ante un estímulo determinado que implica algún tipo de pérdida. Ahora bien, la duración de esta emoción estará determinada por numerosos factores, entre ellos:

  • La envergadura de esta.
  • Nuestros recursos personales para afrontarla.
  • La gestión de nuestros pensamientos.

¿Qué es la tristeza emocional?

La tristeza emocional o dolor emocional es un estado en el que se suman dos variables. Por un lado, el estímulo (interno o externo) que provocó el dolor y por el otro los pensamientos que “alimentan” a la emoción, a este estado emocional solemos denominarlo sufrimiento.

Si queremos aprender a gestionar la tristeza o dolor emocional es fundamental que trabajemos sobre los pensamientos que alargan o intensifican dicha emoción.

para que sirve la tristeza

¿Para qué sirve la tristeza?

Como ya sabes, esta emoción está relacionada con las pérdidas. Nos “roba” la energía vital, por eso nos sentimos tan vulnerables.

Pero entonces, si esta emoción es necesaria para nuestro desarrollo y supervivencia, ¿qué sentido tiene que nos quedemos sin energía? Esto es así porque el duelo provocado por esta emoción es necesario para poder reajustar nuestra vida a partir de lo que perdimos, es decir, dicho estado facilita la asimilación y adaptación a la pérdida, eso sí, siempre que sepamos hacerlo.

Por eso, aunque no sea una emoción agradable de sentir no es sano reprimir la tristeza emocional, pero tampoco podemos quedarnos enganchados a ella indefinidamente.

¿Por qué estoy triste?

Si acabas de perder a un ser querido, estás pasando por un proceso de divorcio o tu hijo acaba de independizarse seguro que la respuesta a esta pregunta está clara: porque esta persona era importante para mí. Sin embargo, hay infinidad de situaciones en las que detectamos la emoción, pero no sabemos realmente cuál es su origen.

Si esto te sucede alguna vez pregúntate:

  • ¿Cómo estoy interpretando esta situación para que el resultado sea la tristeza?
  • ¿Qué he perdido?

Contestar a estas preguntas te va a dar información muy interesante acerca de ti.

Estoy triste, ¿qué hago?

En ocasiones, es posible que no sepas qué hacer cuando te sientes triste.

Aquí van algunas claves si sientes tristeza y no sabes cómo salir de ella:

  • El llanto. Llora lo que necesites ya que esto contribuye a reducir los niveles de neurotransmisores que alimentan la angustia y aflojarás la tensión.
  • Haz deporte. Así sacudirás los estados de ánimo negativos al generar endorfinas. 
  • Márcate pequeños objetivos. Lograr metas te provocará alegría, la emoción opuesta a la tristeza, ayudando a reducirla.
  • Relaciones personales. A través de ellas obtendrás distracción. La generosidad hacia los demás tiene un efecto euforizante positivo y contrarresta la sensación de pérdida.
  • Cultiva emociones de agrado. Crea situaciones que te provoquen emociones como la gratitud, la ilusión, el entusiasmo o la serenidad. Esto facilitará enormemente el proceso.
  • Gestión de los pensamientos. Detecta los pensamientos que te “atascan” en el proceso de duelo, comprobarás que casi todos ellos están relacionados con algún tipo de miedo. Racionaliza dichos miedos para avanzar.

En resumen

Como hemos visto, la tristeza sirve: es una emoción tan necesaria como cualquier otra, aunque en general no nos guste sentirla. Por eso es importante saber qué es la tristeza, aprender a gestionarla adecuadamente y aprovechar para conocernos mejor durante el proceso.

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¿Qué es la Educación Emocional?

Últimamente escuchamos mucho el término «Educación Emocional». Pero, ¿qué es exactamente? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de EDUCACIÓN EMOCIONAL?

 

Evidentemente, cuando hablamos de este término, surgen miles de dudas acerca de su significado. Toda educación es emocional, en tanto en cuanto, las emociones están presentes en todos los instantes de nuestra vida. Nos movemos con ellas y a causa de ellas. Y con nuestros hijos, ocurre lo mismo: todo aquello que hacemos y decimos genera en ellos emociones concretas. La cuestión es que esto se haga de una forma saludable y adaptativa.
Para una definición más completa y técnica, os recomiendo leer la de Rafael Bisquerra.
Podemos decir que para una sana Educación Emocional la clave está en que los educadores (y me refiero a todos: madres, padres, abuel@s, maestros, monitores,…) posean una serie de recursos y habilidades para poder aplicarla. Esto se ve muy fácil con un ejemplo: si yo no sé leer y escribir, ¿cómo puedo enseñar a un niño a hacerlo? Entonces: si no me conozco bien, si no he desarrollado mi Inteligencia Emocional y no sé de dónde surgen las emociones que siento, o qué emociones son, ¿cómo puedo enseñar a un niño a gestionar, por ejemplo, una situación de enfado si yo mismo no sé hacerlo?
Esta es la base que considero primordial; creo que lo ideal es que el aprendizaje se haga desde emociones de agrado, y por supuesto, aprender también desde las de desagrado cuando surjan. La idea de que un niño aprende desde el miedo, el enfado, la rabia,… puede parecer efectiva porque desde un punto de vista cortoplacista, puede funcionar. Pero nosotros queremos educar para la vida, a largo plazo, ¿verdad?. Queremos sentar unas bases que permitan que nuestros hijos sean felices, tengan una sana autoestima y sepan enfrentarse a las situaciones desagradables de la vida saliendo fortalecidos. Y esto se consigue mucho mejor desde emociones de agrado.
Una vez hemos sentado lo que son las bases de una sana Educación Emocional, me gustaría hablaros de una de las herramientas más potentes que nos brinda el Autoconocimiento: nuestros TALENTOS.
Es fundamental que estemos en contacto con nuestros talentos naturales. Todo el mundo tiene unos talentos naturales. Tiene sentido pensar que para trabajar aquellas áreas de que deseamos mejorar necesitamos apoyarnos en nuestros «puntos fuertes» y nuestros talentos son de los más valiosos que tenemos. Pero, ¿sabes qué es un talento? Es una capacidad, física o psicológica que destaca sobre el resto de capacidades. Por ejemplo, ¿qué capacidades pone en juego una persona que dibuja muy bien? La creatividad, la imaginación, la memoria visual o la destreza manual. Algunas de ellas las tendrá en forma de talento y las pondrá en «juego» para realizar una actividad como es dibujar.

¿Qué crees que sucede cuando estás en contacto con tus talentos, cuando los reconoces, normalizas y desarrollas utilizándolos en tu día a día? Que tu visión de ti mismo se ve reforzada. Esto es fantástico para la Autoestima por eso es importante que nuestros hijos y/o alumnos estén en contacto con sus talentos naturales. Si deseas apoyarles en ese sentido asegúrate de conocer los tuyos, de este modo te resultará muy sencillo ver los de los demás.

¿Quieres aprender a gestionar tus talentos naturales?
Toma nota:
1️⃣ Identifícalos; para ello debes conocerte bien.
2️⃣ Desarróllalos al utilizarlos de forma consciente.
3️⃣ Ponlos al servicio de tus objetivos.
4️⃣ Detecta los frenos al talento cuando surjan.
Como dice el filósofo Francesc Torralba: «Excelencia es esfuerzo y humildad sobre un talento que te es dado»

¿Qué opinas? 😉

3 claves para apoyar a nuestros hijos cuando sienten tristeza (Caso práctico)

La tristeza suele ser la emoción de la que antes nos gustaría despojarnos por las características que la acompañan; pero la tristeza es necesaria, al igual que el resto de nuestras emociones.

La tristeza nos ofrece la oportunidad de crecer tras cada pérdida haciéndonos cada vez más fuertes, más autónomos, más independientes y con más recursos. Por ello no tiene ningún sentido que intentemos reprimirla o actuar como si no existiera; si hacemos esto la tristeza permanecerá oculta y tendrá otros efectos no deseados sobre nosotros. Resulta más conveniente aceptarla y trascenderla lo antes posible, saliendo fortalecidos tras la experiencia; creciendo, en definitiva, con la experiencia.

Pero, ¿a qué me refiero cuando hablo de “crecer con la experiencia”?. Con este caso práctico voy a ilustrar los pasos a seguir, de forma que te ayude a comprender mejor este concepto.

Cómo podemos apoyar a nuestros hijos en su tristeza

Hace ya algún tiempo me marchaba de viaje durante una semana para realizar una formación en otra localidad. Mi hija Lucía tenía nueve años por aquel entonces, ya habíamos hablado en familia sobre el viaje y ella no había mostrado ninguna emoción en particular pero la tarde anterior, estábamos en el coche cuando escucho en la parte de atrás un gemido casi imperceptible. Cuando miro la veo llorando bajito, disimuladamente, sin llamar la atención. Salimos del coche y le pregunté muy tranquilamente qué le sucedía. Me dijo que estaba muy triste porque yo me marchaba al día siguiente e iba a estar una semana sin verme.

Seguro que te ha pasado alguna vez que antes de despedirte de alguien a quien quieres ya estás triste, te estás anticipando al momento en que el otro ya no estará y le echarás en falta. A veces esta “tristeza a futuro” empaña nuestro presente, ¿verdad?

Como padres, nuestro instinto de protección hacía nuestros hijos puede “jugarnos una mala pasada” ya que podríamos intentar mitigar de algún modo su dolor quitándole importancia al hecho, intentando evitar a toda costa cualquier situación triste para ellos o actuando como si no pasara nada. En estos casos el niño puede pensar que su emoción no es legítima y se avergüence de sentirla, entonces aprenderá a ocultarla y más tarde a ocultársela a sí mismo tapándola con otras emociones, no querrá “verla” porque le hará sentir débil e inferior, por lo tanto se perderá la oportunidad de crecer con la experiencia.

¿Cómo habrías reaccionado en una situación así? Muchos padres, en ocasiones movidos por su propio sufrimiento al ver sufrir a sus hijos tienden a actuar precipitadamente, quizá dando soluciones para que dejen de llorar o quitando importancia a la situación pero esto no genera crecimiento. Ellos van a crecer cuando encuentren recursos para salir de su tristeza POR ELLOS MISMOS. Confía en ellos y en su capacidad para encontrarlos.

Entonces, ¿cómo podemos apoyar los padres? ¿Cómo acompañarles en el proceso para que los encuentren y crezcan con la experiencia? A continuación, y a través del ejemplo, te iré exponiendo las 3 claves para apoyar a nuestros hijos en estos procesos:

1: Validar su emoción; es decir, el niño debe sentir que su emoción es legítima, que es normal estar triste, eso les hará sentirse seguro y no avergonzarse por sentir. Esto es fundamental con todas las emociones. En próximas entradas hablaremos sobre cómo legitimar otras emociones como por ejemplo la envidia o los celos.

2: Ofrecer apoyo sin emitir juicios. ¿Qué crees que necesitaba mi hija en ese momento? ¡Exacto!, ¡has acertado! Pues sí, un abrazo. Cuando estamos tristes necesitamos comprensión y cercanía. Lo último que necesitamos son juicios. Cuando validas la emoción del otro y además le ofreces el apoyo de un abrazo es muy probable que empiece a sentirse mejor.

3: Acompañar y apoyar en la búsqueda de recursos propios. ¿Y ahora qué, lo dejamos ahí?, ¿qué opinas? Por supuesto que no, ahora nuestro hijo se siente comprendido y acompañado. Lo suficientemente seguro como para empezar a buscar la forma de salir de su tristeza. En este caso lo que yo le dije fue: “Comprendo que estés triste porque no estaré en casa durante varios días. Piensas que me vas a echar de menos ¿verdad? ¿Se te ocurre algo que puedas hacer para no echarme en falta durante estos días?”

¿En qué estado pensáis que estaba mientras pensaba? Ya no estaba triste ni mucho menos, había salido de su tristeza y estaba buscando recursos. ¡Y los encontró a la velocidad del rayo! En cuestión de segundos había encontrado algunos que le satisfacían como hablar conmigo por Skype por las noches o pedir a su padre si podría dormir con él mientras yo no estaba; esto último en concreto le hacía una ilusión tremenda 🙂 Ya se visualizaba por las noches, los dos en la cama hablando conmigo por Skype antes de dormir. Ahora ya no sólo no estaba triste, estaba feliz por haber encontrado recursos contra su tristeza. Ella aún no lo sabía pero estaba adoptando una postura Proactiva frente a su situación.

Finalmente, como siempre digo, lo importante no es el recurso. Pienso que no existe la forma “correcta” o “incorrecta” de hacer las cosas, eso son juicios de valor subjetivos. Para mí es mejor pensar en “lo que me funciona” o “lo que no me funciona” y Lucía, en este caso, consiguió salir de su experiencia fortalecida, sabiendo que es capaz de encontrar el modo de salir de su estado emocional por ella misma.

Y ¿qué necesitó de mí como madre? Pues cosas muy importantes, que confiase en ella y su proceso, cero juicios y por supuesto ofrecerle la seguridad que necesitaba para encontrar una solución por ella misma.

¡Feliz fin de semana!

Juzgar a nuestros hijos: ¿qué efectos tiene?

Juzgar, una palabra controvertida que nos hace ponernos muy serios y algo que muchos hacemos continuamente sin darnos cuenta. Estaréis de acuerdo conmigo en que los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, ¿verdad?

Lo que sucede es que, en ocasiones no somos conscientes del efecto que nuestras acciones tienen sobre ellos. A pesar de nuestras mejores intenciones y de nuestro incuestionable amor hacia ellos algunas veces nuestras propias carencias (o como yo los llamo, “agujeros” en nuestro propio desarrollo personal) tienen un efecto poco saludable sobre ellos. Seguro que has podido observar esto en personas de tu entorno o quizá en tus padres sobre ti, por ejemplo.

No voy a detenerme mucho más en esto pero seguro que tiene sentido para ti pensar que si tengo una baja autoestima, creencias limitantes, miedos que me paralizan o incapacidad para gestionar mis propias emociones esto tendrá una repercusión directa sobre mis hijos sobre todo en esos “agujeros” que no tenga identificados.

Hoy trataremos el tema de los juicios, de juzgar en general y en concreto a nuestros hijos.

Los efectos de juzgar a nuestros hijos

Empezamos como siempre diciendo que si están es porque tienen que estar. Nuestros juicios nos conectan con nuestro sistema de creencias, con nuestro “mapa” personal del mundo. Nos dicen qué cosas son “correctas” o “incorrectas”. Muchos de nuestros juicios son el resultado de evaluar nuestras propias experiencias pero la mayor parte de ellos son introyectados, es decir, a determinada edad nuestro entorno nos dijo “qué está bien” y “qué está mal” y, en general, nos lo creímos sin cuestionarlo.

Los juicios son saludables cuando sabemos manejarlos adecuadamente sin embargo en numerosas ocasiones pueden traernos problemas. Vamos a evaluar hoy cómo pueden interferir en una educación saludable.

Lo ilustraré con un ejemplo personal.

Cuando terminó el curso pasado fui a recoger las notas de mi hija menor Lucía, acababa de terminar quinto de primaria. Estábamos solo los padres y la profesora me llevó aparte y me dijo “Vas a tener que hablar muy seriamente con tu hija,  ha bajado mucho sus notas en este último trimestre, yo le dije que te mostrara sus notas parciales pero ella prefirió esperar a final de curso y claro, como ella es así, tan segura de sí misma no hubo manera de convencerla”. A mi entender, de algún modo me estaba pidiendo que reprendiese a mi hija y eso a mí me molestó bastante. Además me sentí juzgada ya que me solicitó una mayor comunicación con ella en el futuro para evitar nuevos “despistes”.

¿Cómo sueles reaccionar cuando te sientes juzgado? Probablemente dependa de quien emita el juicio. Si es alguien a quien respetamos o apreciamos quizá nos creamos su juicio y esto nos lleve a la culpa y la culpa rara vez nos enseña cómo cambiar las cosas, de hecho, en ocasiones la utilizamos como “castigo” por el error cometido desde la falsa creencia de que tengo que “sufrir” para “pagar por este error”.

En otras ocasiones el juicio negativo de los demás hace que nuestro amor propio nos avise de una invasión de límites por lo que la emoción de enfado saltaría automáticamente para defendernos.  En este caso la propia emoción impedirá que evaluemos objetivamente y aprendamos algo sobre la situación.

Como yo conozco como funciona este mecanismo en mí misma intento evitar que aparezca en mi hija porque mi objetivo es que aprenda, no que se sienta culpable ni que se enfade.

Volvamos al caso. Cuando salí del colegio me fui directamente a la pastelería y le compré unos dulces para desayunar. Llegué a casa y fui directamente a su cuarto y le dije, “Hola, te traigo las notas y unos dulces para desayunar”. Ella estaba impaciente por ver sus notas y a la vez algo inquieta, supongo que algo intuía. Yo observé cómo las miraba entre sorprendida y apenada sin hacer ningún tipo de juicio acerca de sus calificaciones, entonces empezó a llorar, estaba triste por la pérdida de sus buenas notas de trimestres anteriores. Así que validé y normalicé su emoción (¿estás triste? Claro, es normal que te sientas así) y le ofrecí el apoyo que necesitaba, la acompañé en su tristeza desde la serenidad. A los dos minutos se le había pasado y estaba tranquila. Entonces me dijo “Mamá, ¿por qué me has traído mis dulces favoritos si he sacado malas notas?” a lo que yo respondí “Porque mi amor hacia ti no tiene nada que ver con tus calificaciones”.

¿Y ahora qué? ¿Lo dejamos ahí? Volvamos al objetivo. Ella tiene que aprender algo acerca de lo que ha sucedido.

Puede que me compres la idea de que en la mayor parte de los casos emitir un juicio negativo puede tener consecuencias no deseadas pero entonces ¿qué hacemos?, ¿nada? Claro que no. No podemos dejar las cosas así. Estarás de acuerdo conmigo en que, desde que somos pequeños, es habitual que hagamos o tomemos decisiones que tienen consecuencias negativas por eso es mucho más eficaz analizar con ellos la causa y el efecto de sus acciones para que ellos mismos puedan evaluar las consecuencias de sus actos o decisiones, para que hagan su propio jucio.

Después de desayunar acompañé a mi hija en un proceso de análisis de la situación para descubrir qué había sucedido para que sus notas bajaran. Encontramos cosas muy interesantes como un exceso de tareas extra escolares y el cansancio consecuente. También reconoció que se había relajado anticipadamente descuidando las tareas del colegio. Reconoció también que había empezado a dejarse llevar por las cosas que le gustaba hacer y descuidaba cada vez más las que quería hacer pero que no le gustaban tanto.

Aprovechamos la ocasión para analizar sus Fortalezas y Debilidades y elaboramos un plan de acción para que, apoyándose en sus puntos fuertes pudiera trabajar las áreas que más problemas le ocasionaban. A ella se le ocurrieron ideas muy chulas como por ejemplo utilizar su creatividad para trabajar su perseverancia por ejemplo poniéndose una música que le gustaba especialmente para motivarse a recoger su cuarto o hacer sus tareas escolares.

Respecto al comentario que su profesora me había hecho sobre no enseñarme sus notas parciales le pregunté “¿Aún sigues pensando que era mejor no enseñarme las notas antes del final del trimestre?” Ella me dijo que lo había hecho para enseñarme todo junto, por comodidad a lo que yo le respondí que quizá, si yo lo hubiera sabido antes podríamos haber elaborado este mismo plan de acción antes del final de curso y las notas quizá no habrían bajado. Ella me “compró” el argumento inmediatamente.

Si observamos conductas negativas en nuestros hijos y nos limitamos a juzgarlas con el mensaje “eso no se hace, está mal” esto a ellos no les sirve para nada. Solo genera culpa y es probable que la próxima vez que suceda no nos lo cuenten para evitar el sufrimiento que les causa nuestro juicio. En lugar de eso te propongo que les acompañes para que puedan observar el resultado de sus acciones. Es muy probable que así ellos mismos se autorregulen.

Apoyemos a nuestros hijos para que aprendan a gestionar sus enfados sin agresividad

Hace algunos meses, mi hija Lucía salió del colegio un poco preocupada. Al parecer había tenido un altercado con un compañero de clase a la hora del recreo.

Según me contó, ella estaba con unas amigas cuando su compañero llegó corriendo y le dio una patada. Ella se volvió y, en un acto casi reflejo le pegó un rodillazo en la tripa bastante fuerte por lo que el chico quedó tirado en el suelo muy dolorido.
Ella se asustó un poco ante su propia reacción, buscó con la mirada a su profesora que observaba la escena y sonreía complacida. Al parecer, el chico en cuestión solía manifestar conductas agresivas y causaba muchos problemas en clase, de hecho, según me contó Lucía la profesora ya había recomendado en alguna ocasión en clase de Valores “si un chico os pega vosotros le pegáis también”.

Pensad un poco en esta escena. ¿Cómo habríais reaccionado vosotros si vuestro hij@ os relata una situación parecida?

A mí personalmente me parece una fantástica oportunidad para que desarrolle nuevos recursos, por ejemplo, aprender a reconocer y gestionar sus emociones, aprender a manejar el enfado y la agresividad, sobre asertividad, sobre empatía…

Lo primero que yo quería averiguar era cómo se sentía. Quería saber si se sentía culpable o si pensaba que había hecho lo correcto.

Ella estaba ligeramente inquieta. Le pregunté qué le había dicho su vocecilla interior cuando había visto el resultado de su acción (sobre todo quería saber si su crítico interno había sido muy duro con ella) pero me dijo que solo se había dicho a sí misma “Ups”

Ciertamente, al ver al chico tirado en el suelo con cara de dolor, más dolor del que ella había recibido se sentía culpable. Ella entendía que si te pegan es necesario defenderse pero no le había gustado el resultado. Y sobre todo, lo que más le inquietaba de todo es que no sabía que opciones tenía en una situación como esta. Es decir,” ¿si tú me pegas pero yo no te quiero pegar a ti, entonces ¿qué puedo hacer?”. Su amor propio le decía que no iba a permitir que nadie la agrediese pero no sabía cómo parar un ataque sin agredir. Esto es algo que nos pasa a menudo a los adultos también, sobre todo con las agresiones verbales, no sabemos responder de forma no agresiva ante un ataque, pensamos que solo existe la opción de ser agresivo o sumiso. Por ejemplo, hay muchas personas confunden la firmeza con agresividad y sin darse cuenta caen en la sumisión lo cual es muy perjudicial para nuestra Autoestima.

Pero volvamos a la situación.

Cuando le pregunté qué alternativas tenía frente a una conducta agresiva que no fuese ni pegarle ni permitir que el otro le pegase se bloqueó. No encontraba ninguna, no se veía haciendo nada distinto a estas dos opciones y ninguna le convencía. Al final perdió la paciencia y me dijo, “pues no sé, dímelo tu que eres la que entiende de estas cosas”.

Ahí saltaron mis alarmas. Apoyar a nuestros hijos no es decirles lo que deben hacer en cada situación que vivan. Es acompañarles, es permitir que ellos mismos encuentren sus recursos, que se acostumbren a buscar en su “maleta” de recursos personales y los pongan en práctica, eso hará que su Autoestima se vea reforzada ya que sentirán que son capaces de resolver las situaciones a las que se enfrenten por ellos mismos.

Como Lucía estaba bloqueada probé a ilustrar la situación en un marco diferente. Aproveché para colocarla a ella en el lugar opuesto ya que iba a necesitar simpatizar (que no empatizar) para averiguar cómo actuar. La técnica del reencuadre suele funcionar muy bien ya que las personas solemos bloqueamos por la carga emocional asociada a la situación, cuando nos trasladamos a una situación ajena a nosotros las ideas aparecen ¡como por arte de magia!.

Así que le dije: imagina que vienes muy enfadada de la calle, acabas de estar con tu mejor amiga y habéis discutido, estás a punto de explotar de enfado. Llegas a la cocina y yo estoy de espaldas cocinando entonces me das una patada. En ese momento yo me enfado muchísimo y te pego un empujón y te tiro al suelo. ¿Qué te hubiera gustado que yo hiciese en lugar de empujarte?

A lo que ella contestó “¡Ya está!, !ya sé lo que voy a hacer si mi compañero vuelve a hacer algo parecido!. Como yo soy mucho más alta que él, si viene a pegarme o lo intenta le agarraré por los hombros muy firmemente, para que no me pueda pegar. Entonces le diré muy seria que si cree que yo tengo la culpa de su enfado. Y además le voy a decir que no pienso permitir que me pegue, ¡nunca más!”.

Mientras me decía estas palabras se veía en su cara una gran determinación, se sentía poderosa. Con poder para frenar una situación que no le agradaba sin sentirse culpable. Para mí eso fue lo más importante de todo. Puede que este recurso concreto le funcione en algunas ocasiones y quizá en otras no pero lo más importante es que confíe en que los recursos están ahí, ella solo tiene que encontrarlos.

Apoyar es acompañar, es estar ahí para nuestros hijos. Pero esto no tiene nada que ver con “darles las respuestas” sino con facilitar el contexto para que las encuentren por sí mismos. De este modo no solo se sentirán satisfechos por ser capaces de encontrar sus propios recursos y fomentarán su confianza en sí mismos. Nosotros también sentiremos confianza en ellos y en su proceso.

 

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