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Apoyemos a nuestros hijos para que aprendan a gestionar sus enfados sin agresividad

Hace algunos meses, mi hija Lucía salió del colegio un poco preocupada. Al parecer había tenido un altercado con un compañero de clase a la hora del recreo.

Según me contó, ella estaba con unas amigas cuando su compañero llegó corriendo y le dio una patada. Ella se volvió y, en un acto casi reflejo le pegó un rodillazo en la tripa bastante fuerte por lo que el chico quedó tirado en el suelo muy dolorido.
Ella se asustó un poco ante su propia reacción, buscó con la mirada a su profesora que observaba la escena y sonreía complacida. Al parecer, el chico en cuestión solía manifestar conductas agresivas y causaba muchos problemas en clase, de hecho, según me contó Lucía la profesora ya había recomendado en alguna ocasión en clase de Valores “si un chico os pega vosotros le pegáis también”.

Pensad un poco en esta escena. ¿Cómo habríais reaccionado vosotros si vuestro hij@ os relata una situación parecida?

A mí personalmente me parece una fantástica oportunidad para que desarrolle nuevos recursos, por ejemplo, aprender a reconocer y gestionar sus emociones, aprender a manejar el enfado y la agresividad, sobre asertividad, sobre empatía…

Lo primero que yo quería averiguar era cómo se sentía. Quería saber si se sentía culpable o si pensaba que había hecho lo correcto.

Ella estaba ligeramente inquieta. Le pregunté qué le había dicho su vocecilla interior cuando había visto el resultado de su acción (sobre todo quería saber si su crítico interno había sido muy duro con ella) pero me dijo que solo se había dicho a sí misma “Ups”

Ciertamente, al ver al chico tirado en el suelo con cara de dolor, más dolor del que ella había recibido se sentía culpable. Ella entendía que si te pegan es necesario defenderse pero no le había gustado el resultado. Y sobre todo, lo que más le inquietaba de todo es que no sabía que opciones tenía en una situación como esta. Es decir,” ¿si tú me pegas pero yo no te quiero pegar a ti, entonces ¿qué puedo hacer?”. Su amor propio le decía que no iba a permitir que nadie la agrediese pero no sabía cómo parar un ataque sin agredir. Esto es algo que nos pasa a menudo a los adultos también, sobre todo con las agresiones verbales, no sabemos responder de forma no agresiva ante un ataque, pensamos que solo existe la opción de ser agresivo o sumiso. Por ejemplo, hay muchas personas confunden la firmeza con agresividad y sin darse cuenta caen en la sumisión lo cual es muy perjudicial para nuestra Autoestima.

Pero volvamos a la situación.

Cuando le pregunté qué alternativas tenía frente a una conducta agresiva que no fuese ni pegarle ni permitir que el otro le pegase se bloqueó. No encontraba ninguna, no se veía haciendo nada distinto a estas dos opciones y ninguna le convencía. Al final perdió la paciencia y me dijo, “pues no sé, dímelo tu que eres la que entiende de estas cosas”.

Ahí saltaron mis alarmas. Apoyar a nuestros hijos no es decirles lo que deben hacer en cada situación que vivan. Es acompañarles, es permitir que ellos mismos encuentren sus recursos, que se acostumbren a buscar en su “maleta” de recursos personales y los pongan en práctica, eso hará que su Autoestima se vea reforzada ya que sentirán que son capaces de resolver las situaciones a las que se enfrenten por ellos mismos.

Como Lucía estaba bloqueada probé a ilustrar la situación en un marco diferente. Aproveché para colocarla a ella en el lugar opuesto ya que iba a necesitar simpatizar (que no empatizar) para averiguar cómo actuar. La técnica del reencuadre suele funcionar muy bien ya que las personas solemos bloqueamos por la carga emocional asociada a la situación, cuando nos trasladamos a una situación ajena a nosotros las ideas aparecen ¡como por arte de magia!.

Así que le dije: imagina que vienes muy enfadada de la calle, acabas de estar con tu mejor amiga y habéis discutido, estás a punto de explotar de enfado. Llegas a la cocina y yo estoy de espaldas cocinando entonces me das una patada. En ese momento yo me enfado muchísimo y te pego un empujón y te tiro al suelo. ¿Qué te hubiera gustado que yo hiciese en lugar de empujarte?

A lo que ella contestó “¡Ya está!, !ya sé lo que voy a hacer si mi compañero vuelve a hacer algo parecido!. Como yo soy mucho más alta que él, si viene a pegarme o lo intenta le agarraré por los hombros muy firmemente, para que no me pueda pegar. Entonces le diré muy seria que si cree que yo tengo la culpa de su enfado. Y además le voy a decir que no pienso permitir que me pegue, ¡nunca más!”.

Mientras me decía estas palabras se veía en su cara una gran determinación, se sentía poderosa. Con poder para frenar una situación que no le agradaba sin sentirse culpable. Para mí eso fue lo más importante de todo. Puede que este recurso concreto le funcione en algunas ocasiones y quizá en otras no pero lo más importante es que confíe en que los recursos están ahí, ella solo tiene que encontrarlos.

Apoyar es acompañar, es estar ahí para nuestros hijos. Pero esto no tiene nada que ver con “darles las respuestas” sino con facilitar el contexto para que las encuentren por sí mismos. De este modo no solo se sentirán satisfechos por ser capaces de encontrar sus propios recursos y fomentarán su confianza en sí mismos. Nosotros también sentiremos confianza en ellos y en su proceso.