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¿Sabes estimular la Actitud Proactiva en tu hij@?

Un día, mi hija de diez años, me dijo a la salida del cole: “Mamá, no me gusta una cosa que hace mi profesora, dice las cosas que hacemos mal en voz alta para toda la clase y nosotros nos sentimos avergonzados”

¿Cómo habrías apoyado a tu hij@ en una situación como esta?

Vamos a analizar la situación desde el punto de vista de la Actitud Proactiva. ¿Sabes lo que es?

La Proactividad es un término que suele confundirse con otro tipo de actitudes como la valentía, la capacidad para hacer muchas cosas o tomar decisiones de forma decidida pero en realidad va mucho más allá.

Stephen Covey autor del libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” dice que la Proactividad está basada en dos valores, la LIBERTAD y la RESPONSABILIDAD. Libertad para elegir qué actitud quieres adoptar frente a lo que te sucede y por supuesto, asumir tu responsabilidad para hacerte cargo de tu propia vida, de no ceder el “mando” de tu vida a nadie. Cuando desarrollas esta actitud empiezan a desaparecer actitudes Reactivas o de “víctima”, desaparecerán las justificaciones, los “no puedo” o “soy incapaz” y por supuesto el Determinismo, “que le voy a hacer si yo soy así”.

Como imaginarás, si nuestros hijos aprenden a desarrollar esta actitud desde pequeños, o más bien, si no adquieren creencias reactivas como “yo no puedo hacer nada frente a lo que me pasa” esto los convertirá en adultos mucho más felices y satisfechos con su vida porque se sentirán poderosos, capaces de hacer que las cosas pasen. Las quejas desaparecerán.

Volvamos al caso que nos ocupa. Como yo quería aprovechar la oportunidad para que mi hija trabajara la Proactividad le pregunté: “¿y qué crees que podrías hacer al respecto?”

A ella se le ocurrieron un par de opciones, por un lado ir a hablar con la profesora y pedirle respetuosamente que no hiciera eso. Por otro, pedirle a la delegada de clase que hablase con ella en nombre de los alumnos. Como le tiene un poco de miedo a su profe os imaginaréis que escogió la segunda opción.

Pasó una semana y la delegada de clase no había hablado con la profesora así es que finalmente se armó de valor y la abordó en el recreo para hacerle su petición.

Mi hija me contó la conversación que habían mantenido al salir de clase, no era capaz de explicarme con mucho detalle cuales fueron las palabras exactas de la profesora, aunque sí recordaba perfectamente como se había sentido. Lo que más grabado quedó en su memoria era la actitud de su profesora. Me dijo: “Mama, no sé muy bien qué me decía, hablaba muy deprisa y no me miraba mientras hablaba. Me sentí tan mal que después de hablar con ella me fui al baño a llorar. Además, después del recreo empezó a decir a todos en tono de burla que hablaría sobre las correcciones en privado porque alguien de la clase había protestado”.

Fijaos en su discurso. Ella había hecho una lectura de fracaso respecto a la situación. Se sentía humillada y poco capaz de resolver sus problemas. ¿Cómo apoyar a nuestros hijos en una situación parecida? Es fundamental acompañarles para que encuentren una interpretación más adaptativa de la situación.

Os cuento lo que hice yo en este caso concreto.

Primero validé sus emociones. Por supuesto es normal que se sienta así frente lo que ha pasado. También la felicité por el coraje que había demostrado al enfrentar una situación que deseaba resolver. Después le pregunté: “¿Qué crees que te va a pasar la próxima vez que vayas a pedirle algo a tu profesora y ella no reaccione como esperabas?” A lo que ella contestó con una sonrisa “¡Pues que lloraré mucho menos!” Y finalmente le dije: “Dices que dijo a toda la clase en tono de burla que alguien había protestado y que por eso empezaría a reprender en privado.  Entonces, ¿crees que se ha cumplido tu objetivo?”. A ella le cambió la cara en ese momento. Se dio cuenta de que a pesar de que no había sido del modo en que ella esperaba, la profesora había tenido en cuenta su petición. De hecho, algunos días después me dijo: “Mamá, creo que ahora mi profesora me respeta un poco más que antes, cuando le digo algo me escucha con más atención”

Había encontrado una visión de la situación mucho más positiva que la anterior. Una visión que le indicaba que tenía poder para hacer que las cosas pasaran, aunque ella sea pequeña y la profe “grande”. Si no empezamos a cultivar esta actitud desde pequeños primero serán los profesores los “culpables” de lo que nos pasa, después los jefes, o los gobiernos y así hasta el infinito.

¿Qué es la empatía? Mucho más que ponerse en el lugar del otro

¿Qué es la empatía? Es mucho más que ponerse en el lugar del otro.

Si te interesa la Inteligencia Emocional estoy segura de que ya habrás leído un montón de artículos acerca de la capacidad de empatizar así que no voy a extenderme demasiado en definiciones o explicaciones acerca de ella.

Me gustaría centrarme más bien en los aspectos más prácticos de la empatía.

Para mí es la habilidad estrella dentro de las competencias interpersonales de la Inteligencia Emocional, podríamos decir que es la base. Si sabemos empatizar de verdad seremos mucho más hábiles a la hora de usar cualquier otra.

Suele decirse que empatizar es ponerse en la “piel” o en los “zapatos” de nuestro interlocutor; para mí es mucho más que eso.

Resulta sencillo pensar o imaginar cómo nos sentiríamos nosotros si fuésemos él/ella; y si además nuestra emoción o estado de ánimo en ese caso es parecido al suyo entonces le comprendemos. Esto no es empatía, es Simpatía. Y es muy fácil simpatizar.

Es mucho más complicado empatizar y a la vez muy sencillo si sabes cómo colocarte en estado “receptor de información”.

Empatizar es LEER.

Leer a dos niveles, intelectual y emocional. Es comprender en profundidad su mensaje y ser capaz de leer también sus emociones, las que muestra y las que oculta.

La biología nos apoya en esto. Gracias a nuestras neuronas espejo, tan importantes para el aprendizaje, si observas a otra persona manifestar una emoción, en tí se activarán las mismas áreas del cerebro que se activaron en él/ella.

Pero, ¿qué podría impedir que recibamos toda esta información? Básicamente dos cosas: nuestro mapa y/o nuestras propias emociones.

Quizá una situación que yo viví hace algún tiempo ilustre esto que te cuento:

Hace tiempo trabajaba en una gran multinacional. Estoy sentada frente a la directora del departamento en la reunión anual de revisión de objetivos. La directora se deshacía en alabanzas, “has cumplido tus objetivos de forma excelente, eres una trabajadora responsable, eficaz, contribuyes al buen ambiente laboral” y un sin fin de buenas palabras.

Tras escucharla y agradecerle sus palabras le comenté que quería aprovechar la ocasión para solicitarle reducción de jornada ya que consideraba que mi hija menor me necesitaba y nuestra jornada laboral era maratoniana. Ella cambió completamente su discurso; yo ya no era excelente, ni responsable, ni nada de eso; más bien ya no era nadie, y “nadie” iba a darle problemas. Se dirigía a mí con una gran carga emocional de enfado. El mensaje, además de poco respetuoso venía a decir algo así como “¿Pero tú quién te has creído que eres?”

¿Cómo crees que la empatía pudo ayudarme en una situación como esta?

Repasemos: para poder “Leerte” de forma completa y eficaz tengo que quitarme yo de en medio, es decir, no te puedo leer si mis miedos, mi enfado, mi mapa, mis juicios o cualquier otra cosa se interponen. Primero tengo que centrarme en tí, para, posteriormente, poder darte la respuesta más adecuada.

Al centrarme en ella pude observar las emociones que hacían que se comportara de ese modo. A simple vista estaba enfadada pero bajo su enfado estaba el miedo, miedo a las consecuencias, miedo a su jefa, miedo a su imagen. Y el miedo hacía que me atacase.

En esta ocasión yo decidí no atender a su enfado si no a su miedo y opté por ofrecerle seguridad, todas las seguridades que necesitó hasta que el enfado desapareció.

Finalmente la situación se resolvió de forma satisfactoria para mí pero además de esto yo aprendí muchísimo con la experiencia, aprendí de ella, de mí y de la naturaleza humana.

La empatía es extremadamente útil en nuestras relaciones con los demás, siempre que sepas empatizar sin dejarte arrastrar por la carga emocional del otro porque,  en ese caso, estaríamos hablando de contagio emocional.

Nos “contagiamos” de las emociones de los demás en función de varios factores, entre ellos nuestra sensibilidad o el tipo de relación que tengamos con el otro. Cuanta más cercana es la relación o más nos importe la otra persona más fácil será que sus emociones se nos “peguen”.

De esto también nos podemos proteger, de hecho resulta conveniente ya que si quiero apoyar al otro es bueno que sienta su emoción sin verme arrastrado por ella. Si entro en el mismo estado emocional en el que el otro se encuentra, ¿cómo voy a apoyarle? Este escudo protector frente al contagio emocional se llama CONFIANZA pero este es un tema del que hablaremos en otra ocasión.

¿Te animas a trabajar la empatía?

🙂