¿Qué es la gestión emocional?

Si has llegado hasta aquí es porque te importa saber qué es la gestión emocional y, probablemente, quieras mejorar tu manera de relacionarte con tus emociones.

En términos sencillos podríamos decir que la gestión emocional es la capacidad para identificar y regular adecuadamente emociones y sentimientos. Si eres hábil en esta competencia serás capaz de canalizar de forma adecuada toda esa “energía emocional” para que tus emociones no te desborden o te desgasten innecesariamente.

Gestión emocional: qué es y para qué sirve

¿Alguna vez tus emociones han supuesto para ti una complicación en lugar de ser tus aliadas? Es lógico pensar que si tenemos la capacidad de sentir dichas emociones es que son de utilidad, ¿verdad? El problema surge cuando no sabemos canalizarlas y aprovecharlas y, en lugar de eso, se convierten en nuestras enemigas o peor aún, llegamos a temerlas.

Si desarrollas tu Inteligencia Emocional y aprendes a gestionar tus emociones y sentimientos lograrás convertirlas en un recurso más, quizá uno de los más importantes.

gestión emocional que es

Gestión de emociones

Es importante que sepamos que la gestión de emociones no es disimular, negar o reprimir. Eso es todo lo contrario a gestionar y las consecuencias de esta forma de relacionarnos con nuestras emociones pueden ser muy negativas.

Gestión emocional es aceptar lo que siento, aunque no sea una emoción agradable de sentir. También es reconocer y elegir cómo voy a manifestar esa emoción. Gestionar también es observar e intervenir en los pensamientos asociados a las emociones para así, evitar que una emoción se alargue en el tiempo convirtiéndose en estado emocional o provocando sentimientos más duraderos.

¿Para qué sirve la gestión de mis emociones?

Estas son algunas de sus principales ventajas:

  • Aumento del rendimiento académico y profesional gracias al bienestar emocional asociado.
  • Mejora en la calidad de vida. Menor desgaste emocional.
  • Mejor autoconcepto contribuyendo positivamente a la Autoestima.
  • Mayor disponibilidad de nuestros recursos personales al evitar el Secuestro Emocional.
  • Favorece el desarrollo de nuevas habilidades y actitudes más adaptadas ante un reto o dificultad.

Gestión adecuada de las emociones

Para empezar a gestionar nuestras emociones de manera adecuada primero debemos ponerles nombre. Cuando nos acostumbramos a estar en contacto con lo que sentimos y somos capaces de ponerle nombre estamos preparados para empezar a gestionarlas.

Además, necesitas aprender a clasificarlas. En una situación que vivimos en la que intervienen varias emociones encontraremos emociones primarias y secundarias.

  • Emociones primarias. Las primarias podríamos decir que son las “protagonistas”.
  • Emociones secundarias. A menudo menos relevantes, suelen aparecer en último lugar ocultando a la emoción central o primaria, que es a la que tenemos que atender primeramente.

Por otro lado, es importante matizar es que no es lo mismo sentir una emoción que manifestar una emoción.

Por ejemplo, no es lo mismo estar enfadado que ser agresivo, no es lo mismo estar triste que llorar. No es posible que controlemos aquello que sentimos, la emoción surge y lo mejor es aceptarla, pero siempre podemos aprender a controlar cómo la manifestaremos externamente.

Ejemplos de gestión emocional

Veamos ahora algunas situaciones en las que la incorrecta gestión de emociones puede tener consecuencias negativas:

  • Cuando perdemos el control y terminamos gritando a nuestros hijos para que nos obedezcan sintiéndonos culpables posteriormente.
  • Cuando el miedo nos bloquea y disminuye nuestros recursos personales impidiéndonos tomar decisiones o superar un reto.
  • Cuando una discusión con nuestra pareja o un familiar “se nos va de las manos” y decimos cosas de las que después nos arrepentimos.
  • Cuando me siento tan vulnerable ante el dolor que termina afectando a mi Autoestima.
  • Cuando cometo un error, me siento culpable y me maltrato por ello, castigándome en lugar de analizar, reparar y aprender.
  • Cuando el resentimiento se convierte en una “mochila” tan pesada que me impide avanzar y llena mi vida de amargura.

gestión de emociones

Inteligencia emocional y gestión de emociones

La inteligencia emocional contiene un amplio abanico de competencias intra e interpersonales como el autoconocimiento, la autoestima, las habilidades sociales y por supuesto la gestión de emociones entre otras.

Si inviertes en mejorar tu inteligencia emocional tendrás más probabilidades de tomar el control de tu vida y, cómo no, de tus emociones.

El diario emocional

Te recomiendo una sencilla técnica que puede ayudarte a lograr mejorar la gestión de sentimientos. Se llama Técnica del Diario Emocional.

Consiste en realizar durante un periodo de tiempo determinado (por ejemplo, una semana) un pequeño autorregistro en el que reflejes una situación que hayas vivido en la que reconozcas una o varias emociones. A continuación, indica las emociones que han aparecido, los pensamientos asociados a la situación, y lo que hiciste o deseaste hacer frente al respecto. Por último, haz una pequeña reflexión acerca de si aprendiste algo, sientes satisfacción por tu forma de gestionarla o por el contrario te gustaría haber reaccionado de otro modo, y si es así pregúntate cómo podrías haberlo hecho mejor.

Después de practicar varias veces este ejercicio por escrito terminarás integrándolo y te saldrá de forma automática. Los beneficios de esta técnica son enormes, te invito a que lo compruebes en primera persona.

Piensa que la mejor forma de aprender a gestionar tus emociones es viviendo situaciones con carga emocional y sacándoles partido. ¡Vamos a por ello!

En resumen

Ahora que sabemos qué es la gestión emocional, podemos valorar hasta qué punto la gestión de sentimientos y estados emocionales es una habilidad fundamental que aumenta exponencialmente nuestra calidad de vida. Para ello necesitamos aprender a reconocerlas, clasificarlas y manifestarlas de la forma adecuada.

¿Qué es la tristeza?

La tristeza es una de nuestras emociones básicas. Al igual que la alegría, la sorpresa, el enfado, el asco o el miedo, podríamos decir que forma parte del “paquete básico” emocional que necesitamos para nuestro desarrollo y supervivencia.

La tristeza nos da una información muy específica, nos cuenta que hemos perdido algo importante. Nos habla de pérdidas evidentes como la muerte de un ser querido, una relación o un trabajo, pero también nos entristecemos cuando nos decepcionamos con nosotros (o los demás) o cuando “tiramos la toalla” ante una situación en la que nos sentimos impotentes. 

En general, no es una emoción que nos guste sentir. Si es tu caso y quieres aprender a gestionarla primero necesitas saber qué es la tristeza, así es que vamos a ello.

por que estoy triste

La tristeza, ¿qué es? Síntomas de la tristeza

La mejor forma de saber si tu estado emocional está relacionado con la tristeza es prestando atención a tu cuerpo. Todas nuestras emociones tienen una repercusión física y la más evidente en el caso de la tristeza es la ausencia de energía.

Otros síntomas habituales son la disminución del interés en las actividades cotidianas, el placer o la diversión y la atención excesiva en la pérdida.

Si quieres aprender a gestionar esta emoción que nos hace sentir tan vulnerables veamos primero qué es lo que representa, es decir, qué significa la tristeza.

¿Qué significa tristeza?

Frente a la pregunta qué significa la tristeza, podríamos decir que la tristeza o dolor emocional es la respuesta física, mental y neurofisiológica ante un estímulo determinado que implica algún tipo de pérdida. Ahora bien, la duración de esta emoción estará determinada por numerosos factores, entre ellos:

  • La envergadura de esta.
  • Nuestros recursos personales para afrontarla.
  • La gestión de nuestros pensamientos.

¿Qué es la tristeza emocional?

La tristeza emocional o dolor emocional es un estado en el que se suman dos variables. Por un lado, el estímulo (interno o externo) que provocó el dolor y por el otro los pensamientos que “alimentan” a la emoción, a este estado emocional solemos denominarlo sufrimiento.

Si queremos aprender a gestionar la tristeza o dolor emocional es fundamental que trabajemos sobre los pensamientos que alargan o intensifican dicha emoción.

para que sirve la tristeza

¿Para qué sirve la tristeza?

Como ya sabes, esta emoción está relacionada con las pérdidas. Nos “roba” la energía vital, por eso nos sentimos tan vulnerables.

Pero entonces, si esta emoción es necesaria para nuestro desarrollo y supervivencia, ¿qué sentido tiene que nos quedemos sin energía? Esto es así porque el duelo provocado por esta emoción es necesario para poder reajustar nuestra vida a partir de lo que perdimos, es decir, dicho estado facilita la asimilación y adaptación a la pérdida, eso sí, siempre que sepamos hacerlo.

Por eso, aunque no sea una emoción agradable de sentir no es sano reprimir la tristeza emocional, pero tampoco podemos quedarnos enganchados a ella indefinidamente.

¿Por qué estoy triste?

Si acabas de perder a un ser querido, estás pasando por un proceso de divorcio o tu hijo acaba de independizarse seguro que la respuesta a esta pregunta está clara: porque esta persona era importante para mí. Sin embargo, hay infinidad de situaciones en las que detectamos la emoción, pero no sabemos realmente cuál es su origen.

Si esto te sucede alguna vez pregúntate:

  • ¿Cómo estoy interpretando esta situación para que el resultado sea la tristeza?
  • ¿Qué he perdido?

Contestar a estas preguntas te va a dar información muy interesante acerca de ti.

Estoy triste, ¿qué hago?

En ocasiones, es posible que no sepas qué hacer cuando te sientes triste.

Aquí van algunas claves si sientes tristeza y no sabes cómo salir de ella:

  • El llanto. Llora lo que necesites ya que esto contribuye a reducir los niveles de neurotransmisores que alimentan la angustia y aflojarás la tensión.
  • Haz deporte. Así sacudirás los estados de ánimo negativos al generar endorfinas. 
  • Márcate pequeños objetivos. Lograr metas te provocará alegría, la emoción opuesta a la tristeza, ayudando a reducirla.
  • Relaciones personales. A través de ellas obtendrás distracción. La generosidad hacia los demás tiene un efecto euforizante positivo y contrarresta la sensación de pérdida.
  • Cultiva emociones de agrado. Crea situaciones que te provoquen emociones como la gratitud, la ilusión, el entusiasmo o la serenidad. Esto facilitará enormemente el proceso.
  • Gestión de los pensamientos. Detecta los pensamientos que te “atascan” en el proceso de duelo, comprobarás que casi todos ellos están relacionados con algún tipo de miedo. Racionaliza dichos miedos para avanzar.

En resumen

Como hemos visto, la tristeza sirve: es una emoción tan necesaria como cualquier otra, aunque en general no nos guste sentirla. Por eso es importante saber qué es la tristeza, aprender a gestionarla adecuadamente y aprovechar para conocernos mejor durante el proceso.

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La Autoestima, nuestra mejor defensa.

“Sólo si me siento valioso por ser como soy, puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser verdadero”.
Jorge Bucay

¿Sabes para que sirve tener una sana autoestima?, ¿sabes cómo y cuándo se desarrolla?, ¿sabes cómo mejorarla?

En este post vamos a contestar a estas preguntas y algunas más. Comenzamos…

En primer lugar deberíamos definir qué es la Autoestima. Existen numerosas definiciones que son mucho más técnicas pero en términos “de andar por casa” podríamos decir que es algo así como un escudo protector. En la vida existen numerosos desafíos para los que un nivel sano de Autoestima nos evitara mucho malestar, inseguridad y gran pérdida de energía psíquica.

Aquí conviene matizar que las personas que nos rodean o determinadas situaciones no nos suben o bajan la autoestima. Ellas nos muestran cual es nuestro nivel de autoestima de modo que podamos trabajar para mejorarlo.

¿Cómo se desarrolla?, ¿cuándo se crea? Durante la infancia. De pequeños necesitamos tener cubiertas tres necesidades básicas para un correcto desarrollo de la Autoestima. Imagina que son tres vasos que deben ser llenados al 100%.

Nuestra familia debe garantizar de forma satisfactoria que nos sintamos Seguros (casa, calor, comida, límites saludables). Reconocidos (respetados, valorados) y Amados de forma incondicional (te quiero, hagas lo que hagas, aunque te regañe o ponga límites).

Si estas necesidades no han sido correctamente satisfechas cuando seamos adultos buscaremos compensarlas a través de los demás, el resultado es la dependencia, como puedes imaginar. Orientaremos nuestras conductas a recibir de los demás el amor, seguridad o reconocimiento que no obtuvimos de forma satisfactoria en la infancia. Pero el entorno nunca llenará estos tres “vasos” por más que lo intenten solo podemos hacerlo nosotros mismos, trabajando desde el interior.

Por lo tanto, ¿qué puedo hacer si detecto que mi Autoestima es mejorable? Pues elevarla. ¿Cómo? Como decía antes…desde dentro. Tenemos que darnos a nosotros mismos todo lo que nos faltó durante nuestro desarrollo. Necesitamos nuevos datos que confirmen que somos autosuficientes y capaces de darnos todo el amor incondicional, seguridad, respeto y valoración necesarios hasta que esos tres “vasos” estén llenos a rebosar.

El mejor modo de hacerlo es a través del pensamiento. Observa tu diálogo interno, sobre todo en las situaciones en que tu nivel de Autoestima se pone a prueba. Por ejemplo, observa que te dices cuando comentes un error, escúchate. ¿Cómo te hablas?, ¿quizá te equiquetes (¡que torpe eres!) o generalices (¡siempre igual!), o magnifiques (¡esto va a ser terrible!)? Detecta todas las distorsiones cognitivas que cometes y cámbialas por frases más realistas. A fin de cuentas, se trata de que construyas un Autoconcepto más objetivo, sabiendo detectar todo lo “bueno” que hay en ti, y reconociendo también lo mejorable, desde la confianza en ti mismo para cambiar todo aquello que desees mejorar.

No es complicado solo requiere de atención, confianza y perseverancia. ¿Te animas a mejorar tu escudo protector?

 

Por qué nos cuesta tanto decir NO con una sonrisa

Probablemente dirás, “depende”. Pues claro, depende de tu estado emocional, del momento, de la persona, de la situación, de la confianza hacia el otro y un millón de cosas más.

Vamos a encuadrar la situación un poco más.

El otro día estaba desayunando con una compañera de trabajo en una terraza del centro de mi ciudad. Es un lugar con mucho paso donde suelen aparecer bastantes personas pidiendo dinero. La tercera persona que se acercó a nuestra mesa con esa intención era una anciana de etnia gitana con unas ramas de romero en la mano. Nos pidió dinero, yo le di una moneda pero al parecer no le pareció suficiente, me dijo que eso era poco, nos dejó un par de ramas de romero en la mesa y me dijo que le diera mi mano, que me la iba a leer. Bueno, realmente me dijo bastantes cosas más; que me habían echado un mal de ojo hace tres años y que ella me lo podía quitar, que me iban a dar una sorpresa dentro de poco tiempo, en fin…lo típico.

Piensa un poco en esta escena, visualízala. Ella está de pie junto a la mesa, nosotras sentadas. Su actitud transmite la intención de no marcharse, parece determinada a cumplir su objetivo. Nos pide de forma vehemente la mano para leérnosla, a mi compañera y a mí.

¿Cómo habrías reaccionado en un momento así?

Es probable que muchos de nosotros nos sintamos violentados en una situación como esa. Nuestros límites están siendo invadidos, se produce una situación que no deseo y es probable que no tenga muy claro cómo solucionar.

La herramienta estrella para este tipo de situaciones se llama ASERTIVIDAD y podemos decir que es el punto intermedio entre la SUMISIÓN y la AGRESIVIDAD.

La Asertividad está basada en un valor, el RESPETO. Pero no tan solo a nivel conductual o como norma social, sino también a nivel de sentimiento, es decir, SIENTO RESPETO, hacia mí y hacia los demás. Este valor, el respeto, aplicado a las relaciones interpersonales nos vuelve muy eficaces a la hora de resolver situaciones como la invasión de nuestros límites personales, al hacer peticiones de cambio de conducta, cuando quiero decir NO, frente a la agresividad de los demás y un largo etcétera.

El respeto nace de la VALORACIÓN, es decir, respeto aquello que es valioso para mi. Si me considero una persona valiosa me resulta muy sencillo respetarme (por lo tanto no haré nada que pueda dañarme), por otro lado, si considero valioso al otro lo respetaré, no haré nada que pueda hacerle daño y por supuesto no voy a permitir que el otro me dañe a mi, porque me respeto, claro.

Volvamos a nuestra señora, tengo claro que no voy a darle mi mano para que me la lea, tengo claro que no voy a darle más dinero del que ya le di. Deseo que se marche y por supuesto, como la respeto, y como la considero un ser humano tan valioso como yo no voy a mostrar una conducta agresiva hacia ella, puedo estar molesta pero no tengo por qué utilizar un tono agresivo, eso siempre lo puedo controlar.

¿Crees que es lo mismo ser agresivo que ser firme?, ¿se puede adoptar una postura firme y amable a la vez? Prueba a decir NO con firmeza y amabilidad, por ejemplo con una sonrisa que indica tu respeto mas profundo hacia el otro.

Di NO, mirando a los ojos, con una firmeza en tu mirada que no deja lugar a dudas y que indica “mi NO es rotundo, no voy a cambiar de opinión” y observa lo que pasa.

Tags:Asertividad, inteligencia emocional, Respeto

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La importancia de educar para una sana Autoestima

Hasta que no te valores a tí mismo, no valorarás tu tiempo. Hasta que no valores tu tiempo, no harás nada con él (M. Scott Peck)

En un post anterior os hablábamos de la importancia que tiene adquirir las habilidades de la Inteligencia Emocional en los Centros Educativos. Y hoy queremos en concreto hablar de la importancia que tiene la Autoestima en el desarrollo de nuestros pequeños.

¿Sabes qué es la Autoestima? ¿Sabes en qué periodo de nuestra vida se desarrolla y cómo? La Autoestima es una de las competencias estrella que tratamos en la formación en Inteligencia Emocional ya que lo inunda todo: nuestros pensamientos, nuestras reacciones, nuestra relación con los demás,…

Seguro que casi todos nosotros sabemos identificar los efectos de una baja Autoestima en nosotros mismos y también en los demás, pero, ¿cuántos de nosotros sabemos qué hacer para elevarla y sanarla?

Más allá del tan utilizado consejo “tú lo que tienes que hacer es quererte más”…, pero vamos a ver, ¡¿eso cómo se hace?! ,¿lo decido y ya?, suena complicado ¿verdad?

Todas estas consideraciones requieren de un análisis profundo y de aprender, como si de un idioma se tratara, qué es exactamente la Autoestima, cómo influye en mi vida, y cómo elevarla. La autoestima no es estática, podemos elevarla; no es difícil, sólo hay que saber cómo.

Pero hoy no hablaremos sobre nuestra propia Autoestima; vamos a analizar otro aspecto importante a tener en cuenta y que tiene que ver con nuestra responsabilidad:

¿Eres padre o madre? ¿Tienes sobrinos, nietos, primos pequeños, eres profesor o de algún modo te relacionas con menores? Entonces es importante que sepas que la Autoestima se desarrolla durante la infancia. Con lo cual, se hace necesario tener conocimientos y adquirir competencias relacionadas con ella, de modo que sepamos reforzar la Autoestima de los menores que nos rodean. Ellos van a construir su propia Autoestima en función de los estímulos del entorno, necesitan sentirse valorados, respetados, amados de forma incondicional, seguros, necesitan coherencia de parte de los adultos que los rodean.

Piensa en esto: si tienes hijos por ejemplo, ¿cómo te gustaría que fueran en su edad adulta?, ¿quizá personas íntegras, que orientan sus acciones desde valores saludables, con poder personal, seguros de sí mismos, que confían en sus capacidades para conseguir lo que desean?, y como resultado de todo esto…¿felices?

Si es así, ¿qué estás haciendo tú ahora para que ellos sean así en el futuro?

Es primordial que conozcamos el modo de reforzar la Autoestima de los menores para evitar dependencias en el futuro ya que todas las carencias que tengan durante su desarrollo se convertirán en dependencias externas en la edad adulta, hasta que ellos mismos decidan elevarla, igual que tú mismo podrías hacerlo con la tuya si ese es tu deseo.

¡Feliz fin de semana!

 

 

 

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Inteligencia emocional en educación: 3 motivos imprescindibles

¿Por qué es tan importante la Inteligencia emocional en la educación?

“Nuestro trabajo no es endurecer a nuestros niños para hacer frente a un mundo cruel y despiadado.

Nuestro trabajo es criar niños que van a hacer el mundo menos cruel y despiadado”

L.R.Knost

inteligencia emocional en la educación

Inteligencia emocional en la educación

En los últimos años, el término Inteligencia Emocional se ha hecho muy popular a todos los niveles y el mundo educativo no es una excepción.

Desde que el famoso Daniel Goleman popularizó el término en los años 90 se ha escrito mucho acerca de ella, acercando a todo tipo de público la idea de que reconocer, nombrar y gestionar nuestras emociones y las de los demás crea valor en la sociedad.

Por otro lado, he llegado a leer artículos que previenen sobre el hecho de enseñar Inteligencia Emocional en las escuelas frente al posible “riesgo” de crear un regimiento de niños “manipuladores” que utilicen las “armas” de la Inteligencia  Emocional para su propio beneficio sin contemplar el hecho de que las personas emocionalmente inteligentes son menos vulnerables a los intentos de manipulación.

En cualquier caso, he podido comprobar cómo en el mundo de la educación la Inteligencia Emocional ha vivido un auge importante. Cada vez más docentes emplean recursos y habilidades de la I.E. en sus aulas con resultados extraordinarios. Por eso he querido resumir algunas de las utilidades principales que esta disciplina está aportando ya en las aulas:

  • En primer lugar quisiera aclarar que la gestión de las emociones no es lo único que la Inteligencia Emocional puede aportar. Esto es solo una pequeña parte. Cuando hablamos de “hacer inteligente a la emoción” podríamos decir que lo que pretende esta habilidad es utilizar nuestro intelecto o parte racional para sacar todo el rendimiento posible a nuestro amplio mundo emocional y de este modo utilizar nuestras emociones para lo que son, como señales que nos dan información de vital importancia y nos apoyan a la hora de tomar decisiones.
  • Las habilidades y recursos que nos aporta la inteligencia emocional abarcan áreas como Autoconocimiento, Automotivación, Autoestima, Asertividad, Proactividad, Empatía, Comunicación, Liderazgo, Talento, Creatividad y  Conciencia Social, entre otras.
  • Por todo ello podríamos decir que esta habilidad de desarrollo personal posee una amplia gama de diferentes recursos para aplicar y potenciar dentro del  sistema educativo.

Probablemente muchos docentes ya aplican la Inteligencia Emocional en la educación ya sea de forma natural o aprendida pero para aquellos que quieran profundizar un poco más en los beneficios que la Inteligencia Emocional puede aportar explicaré en próximas entradas los aspectos más prácticos de emplear estas habilidades con los alumnos de cualquier edad.

Para ello es imprescindible que el docente sea Emocionalmente Inteligente, por lo tanto la primera pregunta sería… ¿sabes poner nombre a lo que sientes en cada situación?, más aun, ¿sabes cuántas emociones diferentes están interviniendo en una situación determinada o si una emoción está ocultando alguna otra? Es imprescindible saber leer nuestras propias emociones antes de leer las de los demás sobre todo si queremos apoyar a nuestros alumnos para que ellos aprendan a hacerlo también. Pero esto es sólo una pequeña parte. Te propongo que me acompañes a descubrir el maravilloso mundo de la inteligencia emocional.

¿Te apuntas?

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Autoconocimiento: ¿cuánto te conoces, o crees que te conoces? :-)

Hoy hablamos del Autoconocimiento, una herramienta primordial que nos ofrece la Inteligencia Emocional, imprescindible para nuestro desarrollo personal.

«Comprender quién eres realmente es mucho más importante que perseguir aquello que “deberías ser”. ¿Por qué? Porque si comprendes lo que eres, empieza un proceso de transformación espontáneo, mientras que si tratas de convertirte en aquello que crees que deberías ser, no se produce ningún cambio, sino tan solo una continuación de lo viejo con una apariencia diferente”.

Jiddu Krishnamurti

Teniendo en cuenta que podríamos definir la Inteligencia Emocional como una herramienta de desarrollo personal orientada al bienestar, la pregunta sería, ¿cómo es posible entonces adquirir más bienestar en mi vida a través de ella?.

La Inteligencia Emocional podría dividirse en dos grandes áreas: Área Intrapersonal, es decir la relación que tengo conmigo mismo y Área Interpersonal, o lo que es lo mismo, mi relación con los demás.

Dentro del Área Intrapersonal también podríamos subdividir ya que la Inteligencia Emocional abarca mucho más que el conocimiento y la regulación de nuestras emociones. Podríamos hablar entonces de competencias como el Autoconocimiento, la Autorregulación o la Automotivación.

Hoy hablaremos acerca del Autoconocimiento, también llamado Conciencia de uno mismo. Primero, nos preguntaremos:

¿Qué concepto tienes acerca de tí mismo? ¿Tu “Idea del Yo” está cerca de tu “Yo Real?.

¿Cuál es tu nivel de Autoestima?.

¿Qué creencias componen tu Sistema de Creencias?. ¿Son todas ellas saludables o tienes creencias que te limitan?.

¿Qué valores te rigen? y ¿cuáles son los principales, es decir, tus Principios?.

¿Sabes hacia dónde vas?, ¿qué sentido das a tu vida?, ¿sientes que te estás autorrealizando?.

La respuesta a estas preguntas y algunas más las responderá nuestro nivel de Autoconocimiento. Es muy importante conocerse bien y elevar nuestra Autoestima en caso necesario ya que si no, mi Autorrealización será imposible.

Ahora bien, ¿qué necesito para conocerme más y mejor?

Puedo obtener información eficaz a través de mí, es decir, de mis experiencias, de mis emociones, de mis conductas…

También puedo conocerme mejor a través de los que me rodean; ellos pueden darme información muy eficaz desmintiendo o validando aquello que creo que sé de mí. Quizá pienso que soy una persona muy generosa pero mis amigos piensan que soy un “tacaño”. Pregunta a tu entorno para saber cómo te perciben ellos.

Mis emociones también me darán mucha información acerca de mí. Por ejemplo, si ante una situación me siento culpable puedo observar qué creencia (que suele estar oculta) me está indicando que debo sentirme así ante esa situación. Quizá me está indicando que la imagen que tengo acerca de mí mismo no se corresponde con mi Yo Real en este caso concreto. Esto me da la oportunidad de revisar dicha creencia y los resultados que tiene en mi vida. Así, si considero que me limita podré sustituirla por una creencia que me potencie.

Imagina que te sientes culpable porque tu madre te reprocha que no la visitas a menudo. ¿Qué creencia acerca de ser un “buen hijo” se activó en tí para que te sintieras culpable?. Aprovecha para revisarla y decide si te limita o te potencia. Tienes una fantástica oportunidad para averiguar si quieres cambiar tu creencia o revisar tu conducta.

Pero para poder aprovechar cada situación que vivo de forma que aumente mi Autoconocimiento debo desarrollar primero una capacidad fundamental: la Observación. Sin miedo, con coraje, honestidad y humildad. Cuanto más sepa acerca de mí mismo más fácil será que consiga aquello que deseo.

La inteligencia Emocional te va a dar muchos recursos para conseguirlo, te animo a que profundices en ella.

¡Feliz día!

 

Enfado: ¿cuándo está ocultando nuestro miedo?

 

Enfado. A veces oculta nuestro miedo… ¿Alguna vez te ha pasado esto? Piénsalo… Quizá en alguna ocasión “regañaste” a alguien a quien querías porque te comentó un problema de salud y le dijiste algo así como “¡Claro, si es que no te cuidas nada!”. O quizá, si tienes hijos, muchos de tus enfados surgen cuando observas en ellos conductas que podrían perjudicarles. En ambos casos,  te enfadas porque te preocupas, ¿verdad?, ¿te pasa esto a menudo?

Si quieres gestionar de forma eficaz tus emociones primero tienes que comprenderlas a fondo, comprender el proceso.

El psicólogo Leslie Greenberg en su libro “Emociones una guía interna” nos habla de emociones centrales y emociones secundarias. Podríamos decir que la emoción central de una situación con carga emocional es la emoción más importante, la principal. Sin embargo a menudo las emociones secundarias ocultan a la emoción central. La secundaria es la emoción más visible para nosotros pero si no atendemos a la emoción central nos va a resultar complicado comprender lo que nos está pasando y por lo tanto, gestionarlo de forma eficaz.

Cuando yo descubrí esto y empecé a observarme comprendí cosas muy interesantes sobre mí. Por ejemplo, cuando estaba al volante y otro conductor cometía alguna imprudencia veía que me enfadaba porque me asustaba. Yo veía en mí el enfado que me llevaba a pensar y a decir “de todo” al otro pero no atendía al miedo que acababa de pasar, ¡ni siquiera era consciente de él! Cuando comprendí esto y comencé a centrar mi atención en el miedo y a gestionarlo diciéndome cosas para bajar la carga emocional en lugar de regodearme en mi enfado, la emoción secundaria ya no era tan intensa. En algunos casos ni siquiera aparecía.

Pensemos en estas dos emociones básicas, el miedo y el enfado. La emoción de enfado es muy fácil de identificar por las sensaciones y pensamientos asociados a ella. La energía propia del enfado se percibe fácilmente. Sin embargo, identificar el miedo no es tan sencillo. Ese es uno de los motivos que dificultan su gestión.

¿Sabes por qué nos cuesta más identificar el miedo que otras emociones? Pues hay varios motivos. Uno de ellos son los prejuicios asociados a esta emoción. Si de forma consciente o inconsciente crees que sentir miedo es de “cobardes”, de “débiles”, si sentir miedo atenta de algún modo contra tu autoimagen no lo vas a detectar, permanecerá oculto. Sin embargo, el miedo te ofrece una valiosa información. Te cuenta que crees que no tienes recursos para abordar una situación, por eso te paraliza, para que los busques. Si no ves al miedo interviniendo en una situación te perderás la oportunidad de buscar los recursos internos o externos que necesitas.

A nivel energético o sensorial tampoco es fácil de detectar, es una de las  emociones básicas más sutiles diría yo, sobre todo si no es un miedo muy evidente o socialmente reconocido. Y como decíamos antes, a menudo lo ocultamos tras otras emociones o quizá solo vemos la emoción secundaria que aparece como consecuencia de la primera.

La forma más sencilla de “pillarlo” es escuchando lo que nos decimos. Nuestro discurso (interno o externo) puede indicarnos muy claramente que la emoción central de una situación es el miedo, o una de sus variables: la preocupación, que podríamos definir como miedos anticipados.

Seguro que en más de una ocasión has discutido con alguien importante para ti desde este binomio de emociones (miedo-enfado). Si el otro solo ve tu enfado va a reaccionar a él con ataque o defensa.  O es posible que, dependiendo de la situación, hasta se sienta dolido.

Sin embargo, si lo que muestras es tu emoción central es muy probable que tu interlocutor reaccione de forma diferente y la conversación de desarrollará de forma muy distinta también.

Por ejemplo, probablemente tu hijo no reaccione igual si le explicas que debes poner límite al uso de su teléfono móvil porque te preocupa ese hábito que si después de verle todo el día teléfono en mano te acercas a él hecho una furia,  le arrancas el teléfono de las manos y le dices que no volverá a verlo en una semana.

Tampoco reaccionará igual esa persona a la que aprecias si le manifiestas tu preocupación ante lo que consideras una actitud negligente respecto a su salud que si le echas la bronca porque, según tú, “no se cuida lo suficiente”. Quizá, en lugar de sentirse dolido comprende tu punto de vista.

El otro día, caminando por la calle, observé una escena interesante. Una niña de unos cuatro años había tropezado y caído al suelo. Sus padres, que estaban junto a ella reaccionaron de forma muy distinta. El padre le dijo con tono severo y visiblemente molesto “¿Ves? ¡Ya te dije que si no tenías cuidado te ibas a caer!” La madre en un tono más suave le dijo “Nada nada, no llores que ha sido una tontería, ¿ves? no te ha pasado nada”.

Es posible que los padres no hayan sido conscientes de su proceso emocional interno pero probablemente, tras unos instantes de  sorpresa, haya aparecido un leve miedo y quizá preocupación al ver a su hija caer al suelo,  por lo tanto reaccionarán con otras emociones asociadas a esta pero, ¿cuáles?

El padre reacciona desde el enfado, parece que pretende enseñar su hija a tener conductas más prudentes para que lo que ha sucedido no vuelva a pasar. Otra cosa muy diferente es que la niña esté preparada para aprender algo en ese momento preciso. Si está bloqueada por sus propias emociones, por ejemplo el miedo que pasó al caerse o el dolor que siente en su rodilla, el discurso de su padre quizá solo añada más carga emocional a la situación.

Por otro lado su madre reacciona restando importancia a la situación, posiblemente está preocupada por cómo se está sintiendo su hija pero al actuar así puede que la niña entienda que no merece llorar por algo “tan poco importante”. Cuando no legitimamos las emociones de nuestros hijos ellos entienden que sus emociones no son valiosas y comienzan a reprimirlas.

Evidentemente la intención de sus progenitores es la mejor, actúan desde el amor hacia su hija pero el amor y las buenas intenciones no garantizan una buena gestión de la situación, ni un buen resultado.

Nuestras reacciones “automatizadas” quizá no sean las más adecuadas para transformar la situación. A veces es mucho mejor parar un poco y actuar de forma consciente, quizá podemos preguntarnos, ¿cuál es mi objetivo en esta situación? Y a partir de ahí decidir cómo actuar ¿no crees?

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¿Para qué sirve la culpa? Puedes aprender a gestionarla

Si sabes para qué sirve la culpa, aprenderás a gestionarla.

Es de sentido común suponer que todas nuestras capacidades tienen un propósito saludable pero no siempre las utilizamos de forma saludable; la memoria, por ejemplo, puede hacer que apruebe un examen o potenciar una depresión, pero esto no convierte a la memoria en “buena” o “mala”.

Del mismo modo,  si tenemos la capacidad de sentir una emoción determinada será para algo, ¿no? Otra cuestión muy diferente es si sabemos utilizarlas y gestionarlas de forma saludable.

Emociones y sentimientos como la culpa, la envidia o los celos no son buenas o malas en sí mismas. Otra cuestión muy diferente es el impacto que tienen en nuestra vida. ¿Gestionas con eficacia este tipo de sentimientos?, ¿sabes “leer” lo que vienen a contarte?, ¿sabes sacarles “partido” o tienen el poder de complicarte la vida?

Para gestionar un estado emocional primero debemos comprenderlo en profundidad  y eso es lo que vamos a hacer hoy con el sentimiento de culpa.

Imagina que vas caminando por la calle, vas deprisa ya que llegas tarde a una cita cuando, sin querer, empujas a una persona mayor que cae al suelo. ¿Qué pasaría si en una situación como esa no se activase en tí automáticamente el sentimiento de culpa? Pues que probablemente  no intentarías reparar lo que hiciste ni aprenderías nada sobre la negligencia cometida.

Obviamente no todo el mundo se siente culpable frente a las mismas acciones. Esto nos indica que la culpa no tiene que ver con el acto cometido sino con el juicio que hacemos sobre el mismo. Si juzgas negativamente tu acción la culpa te avisará de que “te saltaste una norma” de tu Sistema de Creencias. Este Sistema de Creencias es subjetivo y se nutre de nuestras propias experiencias así como de las normas sociales y familiares que nuestro entorno introyectó en nosotros a lo largo de los años.

Todos tenemos un “Libro interno” donde está escrito lo que creemos acerca de nosotros y el mundo que nos rodea. Cada vez que incumplimos una norma “escrita” en este libro se activará nuestro “Pepito Grillo”, esa vocecilla interna que comenzará a decirnos cosas como “¿ves?, ya volviste a liarla, ¡siempre te pasa igual!” o cosas por el estilo.
Estos pensamientos tienen un tono, un “color”, unos mensajes determinados. Hablaremos en otra ocasión sobre la gestión de esos pensamientos, porque a veces este “Pepito Grillo” es tan severo, tan autoritario, tan exigente, tan inflexible, que lo que menos facilita es el aprendizaje.

Volviendo a la culpa, ¿para qué crees que sirve entonces? ¡Exacto! Para informarte de que te saltaste una norma de tu sistema individual (y a menudo inconsciente) de creencias. Esto es una fantástica oportunidad para revisarlo, ya que nuestras creencias no siempre nos potencian, a veces nos limitan, ¡y mucho!

Imagina, por ejemplo que te sientes culpable porque dijiste NO a la petición de un familiar. Quizá te pedían algo que no querías dar o hacer. Si detectas tu sentimiento de culpa aparece ante tí la oportunidad de revisar tus creencias al respecto. ¿Es posible que te consideres una “mala persona” por decir NO?, ¿Cuál es tu concepto de “mala persona”?, o ¿es que crees que tu negativa puede generar sufrimiento en el otro?, ¿cuánto confías en su capacidad para gestionar tu negativa? A lo mejor hasta descubres una creencia que te está limitando en algún aspecto.

Como puedes ver podemos sacar mucho partido al sentimiento de culpa si sabemos analizar de dónde procede, su significado más profundo. Así puedes decidir cómo actuar: reparando o modificando la acción cometida o revisando la creencia que activó tu sentimiento de culpa. Quizá quieras modificar algo respecto a esa creencia.

Observemos ahora un aspecto fundamental de cara a la gestión de la culpa.

Uno de los mayores problemas que ocasiona el sentimiento de culpa es cuando lo utilizamos como castigo por el error cometido. ¿Te ha pasado esto alguna vez?

Piensa en esto, si la función “técnica” de este sentimiento es avisarnos, lo más lógico es que actuemos en consecuencia y “apaguemos la luz” de la culpa lo antes posible ¿no? Entonces ¿por qué en ocasiones, no sabemos apagar esa luz y se mantiene encendida durante horas, días, meses o años?

Este proceso tiene su origen en una vieja creencia social que quizá no hemos revisado aún. La creencia de que “aprendemos con el sufrimiento” se pone de manifiesto, por ejemplo, en el paradigma de los castigos. “Voy a quitarte aquello que más te gusta así, aprenderás” o “¡Castigado cara a la pared! Así, sintiendo soledad y vergüenza vas a aprender a no repetir la acción”. La ciencia ya nos dice que aprendemos más a través de emociones como la curiosidad, el interés o la diversión. Con el miedo, la vergüenza o la soledad lo que vamos a aprender es a desarrollar mecanismos de defensa frente a estas emociones pero no a cambiar conductas.

Aquí debemos matizar que no es lo mismo un castigo que las consecuencias al no cumplimiento de las normas establecidas. Seguro que un jugador que es expulsado del partido después de cometer una serie de faltas no se siente “castigado”.

Volvamos a la culpa. Cuando la sientes sufres ¿verdad? Si se activa en tí la creencia inconsciente de que vas a aprender mediante el sufrimiento te quedarás en la “cárcel” de la culpa el tiempo suficiente como para “pagar” por el error cometido. El tiempo será el que tu juez interno estime necesario, por supuesto, en función de la gravedad del “delito” cometido. ¿Pero sabes que es lo más loco de todo esto? Pues que cuando sales de tu “cárcel de sufrimiento” ¡ya pagaste por el delito cometido! Con lo cual volverás a cometer una y otra vez el mismo error, no aprenderás absolutamente nada. La función de la culpa no es castigarnos sino informarnos.

¿No crees que sería mucho más eficaz utilizar toda esa energía desperdiciada y recanalizarla hacia el aprendizaje?

No es más que un cambio de visión. ¿Te atreves a cambiar? 🙂

(En el libro de Norberto Levy La Sabiduría de las Emociones, hay un capítulo dedicado a la culpa que te puede apoyar mucho)

¿Qué es la empatía? Mucho más que ponerse en el lugar del otro

¿Qué es la empatía? Es mucho más que ponerse en el lugar del otro.

Si te interesa la Inteligencia Emocional estoy segura de que ya habrás leído un montón de artículos acerca de la capacidad de empatizar así que no voy a extenderme demasiado en definiciones o explicaciones acerca de ella.

Me gustaría centrarme más bien en los aspectos más prácticos de la empatía.

Para mí es la habilidad estrella dentro de las competencias interpersonales de la Inteligencia Emocional, podríamos decir que es la base. Si sabemos empatizar de verdad seremos mucho más hábiles a la hora de usar cualquier otra.

Suele decirse que empatizar es ponerse en la “piel” o en los “zapatos” de nuestro interlocutor; para mí es mucho más que eso.

Resulta sencillo pensar o imaginar cómo nos sentiríamos nosotros si fuésemos él/ella; y si además nuestra emoción o estado de ánimo en ese caso es parecido al suyo entonces le comprendemos. Esto no es empatía, es Simpatía. Y es muy fácil simpatizar.

Es mucho más complicado empatizar y a la vez muy sencillo si sabes cómo colocarte en estado “receptor de información”.

Empatizar es LEER.

Leer a dos niveles, intelectual y emocional. Es comprender en profundidad su mensaje y ser capaz de leer también sus emociones, las que muestra y las que oculta.

La biología nos apoya en esto. Gracias a nuestras neuronas espejo, tan importantes para el aprendizaje, si observas a otra persona manifestar una emoción, en tí se activarán las mismas áreas del cerebro que se activaron en él/ella.

Pero, ¿qué podría impedir que recibamos toda esta información? Básicamente dos cosas: nuestro mapa y/o nuestras propias emociones.

Quizá una situación que yo viví hace algún tiempo ilustre esto que te cuento:

Hace tiempo trabajaba en una gran multinacional. Estoy sentada frente a la directora del departamento en la reunión anual de revisión de objetivos. La directora se deshacía en alabanzas, “has cumplido tus objetivos de forma excelente, eres una trabajadora responsable, eficaz, contribuyes al buen ambiente laboral” y un sin fin de buenas palabras.

Tras escucharla y agradecerle sus palabras le comenté que quería aprovechar la ocasión para solicitarle reducción de jornada ya que consideraba que mi hija menor me necesitaba y nuestra jornada laboral era maratoniana. Ella cambió completamente su discurso; yo ya no era excelente, ni responsable, ni nada de eso; más bien ya no era nadie, y “nadie” iba a darle problemas. Se dirigía a mí con una gran carga emocional de enfado. El mensaje, además de poco respetuoso venía a decir algo así como “¿Pero tú quién te has creído que eres?”

¿Cómo crees que la empatía pudo ayudarme en una situación como esta?

Repasemos: para poder “Leerte” de forma completa y eficaz tengo que quitarme yo de en medio, es decir, no te puedo leer si mis miedos, mi enfado, mi mapa, mis juicios o cualquier otra cosa se interponen. Primero tengo que centrarme en tí, para, posteriormente, poder darte la respuesta más adecuada.

Al centrarme en ella pude observar las emociones que hacían que se comportara de ese modo. A simple vista estaba enfadada pero bajo su enfado estaba el miedo, miedo a las consecuencias, miedo a su jefa, miedo a su imagen. Y el miedo hacía que me atacase.

En esta ocasión yo decidí no atender a su enfado si no a su miedo y opté por ofrecerle seguridad, todas las seguridades que necesitó hasta que el enfado desapareció.

Finalmente la situación se resolvió de forma satisfactoria para mí pero además de esto yo aprendí muchísimo con la experiencia, aprendí de ella, de mí y de la naturaleza humana.

La empatía es extremadamente útil en nuestras relaciones con los demás, siempre que sepas empatizar sin dejarte arrastrar por la carga emocional del otro porque,  en ese caso, estaríamos hablando de contagio emocional.

Nos “contagiamos” de las emociones de los demás en función de varios factores, entre ellos nuestra sensibilidad o el tipo de relación que tengamos con el otro. Cuanta más cercana es la relación o más nos importe la otra persona más fácil será que sus emociones se nos “peguen”.

De esto también nos podemos proteger, de hecho resulta conveniente ya que si quiero apoyar al otro es bueno que sienta su emoción sin verme arrastrado por ella. Si entro en el mismo estado emocional en el que el otro se encuentra, ¿cómo voy a apoyarle? Este escudo protector frente al contagio emocional se llama CONFIANZA pero este es un tema del que hablaremos en otra ocasión.

¿Te animas a trabajar la empatía?

🙂