Cuando nuestros hij@s nos perciben como a personas sin recursos.

Hace unas semanas, al finalizar una de las clases de Inteligencia Emocional que imparto en un centro educativo una alumna de 10 años me preguntó “Profe, ¿puedo hablar contigo? Tengo un problema y quería saber si podrías ayudarme”.

Así es que, cuando el resto de la clase se marchó, ella y su mejor amiga (que le había recomendado que hablase conmigo) se quedaron y  me contó lo que le sucedía.

Al parecer, sus padres se divorciaron cuando ella era muy pequeña y su madre ahora vivía con otra persona. Me dijo que cuando su madre no estaba en casa ésta persona le pegaba y le insultaba, pero solo lo hacía cuando no había nadie más, cuando estaban solos.

Como os podéis imaginar estaba paralizada por el miedo, no pensaba que pudiera contar su problema a nadie más, hasta ese momento solo lo sabía su mejor amiga. Como no teníamos mucho tiempo para hablar con calma le recomendé que escribiera una lista con todos los miedos que le impedían contarlo a sus padres para que los tuviera muy claros en su mente de forma que pudiéramos abordarlos uno a uno y quedamos en hablar más detenidamente unos días después.

En nuestro encuentro posterior pudimos analizar estos miedos, al menos los más importantes, esos que la mantenían paralizada a la hora de actuar, había miedos muy lógicos desde el punto de vista de un adulto pero también había miedos que me sorprendieron bastante.

Por ejemplo, tenía miedo de que sus padres no la creyeran ya que esta persona se comportaba de un modo totalmente distinto cuando estaba con adultos. Así es que estuvimos trabajando sobre un modo de contar la historia para que resultara creíble, de este modo se sintió mucho más segura para contarlo a su padre, a su madre no se lo quería contar.

Había un miedo, uno en especial, que me pareció especialmente «peligroso». Cuando le pregunté por qué no se lo había contado aún a su madre me dijo. “Es que mi madre tiene estrés y no quiero que se ponga peor si se lo cuento”.

Pensemos un poco en esto.

Si nuestro discurso cuando estamos en familia es de victimismo, de impotencia, de reactividad frente a lo que nos pasa. Si nuestros hij@s nos perciben como personas sin recursos, que se sienten impotentes frente a sus problemas o incluso enfermas a causa de éstos. ¿Crees que pensarán que pueden apoyarse en nosotros cuando necesiten  una figura protectora?, ¿A quién van a contarle sus problemas? Su amor hacia nosotros les puede impulsar a intentar protegernos o a no agravar más nuestra situación con lo que les pasa a ellos. Entonces tenemos un problema.

Piensa en qué imagen proyectas sobre tus hij@s. Y si no lo sabes pregúntales, quizá te sorprenda su respuesta.

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